jueves, 13 de diciembre de 2012

UN SUEÑO DE NAVIDAD


UN SUEÑO DE NAVIDAD

Jaimito entró dichoso al espacioso salón. Decenas de otros niños como él corrían de un lugar a otro, y llenaban literalmente de vida la estancia con sus risas y ocurrencias. Rápidamente, se integró al grupo y trabó amistad con aquellos pequeñines. Estaba pletórico de felicidad, como nunca antes lo había estado.

Unos señores, elegantemente vestidos con atuendos navideños y una gran sonrisa a flor de labios, estaban solícitos distribuyendo golosinas. Helados «triples», con pasas y maní, aquí; confites de mil sabores, allá; porciones de bizcocho con leche, chocolate y crema de fresa, más allá. Era una fiesta soñada, realmente soñada para Jaimito.

De pronto aparecieron unos músicos, acompañados de varias damas elegantes, muy perfumadas y de vivaces sonrisas. Comenzaron a tocar aires infantiles, y los chicos convirtieron el enorme salón en un campo de baile sin igual. Todos gozaban de aquel jolgorio, como el primero y último de sus vidas.

Cuando habían disfrutado lo suficiente del festín, las damas, dando palmaditas, llamaron a unos señores. Estos empezaron a llevar al gran salón cajas grandísimas, revestidas con papel de Navidad. El grupo de chiquillos se silenció por completo. Sus corazones parecieron detenerse de repente. Algo les decía que en las cajas había muchas sorpresas para ellos. Si hubiese entrado allí una mosca, se habría escuchado su zumbido en el aire.

Las cajas se fueron abriendo lentamente. Y las señoras comenzaron a sacar los más espléndidos regalos. Los había de todos los tamaños, texturas, colores y olores, para niños y niñas. Fue bastante conque una de ellas dijera: «A ver, niños. Hagan dos filas aquí...», para que aquel ejército de bajitos traviesos, volviera a encender, con su algarabía, el inmenso salón. En orden fueron pasando, uno a uno, a recibir su regalo. ¡Había que verles sus rostros iluminados a plenitud por el milagro de un regalo de Navidad; y sus sonrisas desplegadas al máximo, como si a cada uno les hubiesen contado el más divertido cuento de hadas.

Jaimito apretó contra su pecho el regalo. Ese que tanto había deseado desde cuando tenía cuatro años: un avión de pilas, con control remoto. Quizás era una original manera de echar a volar sus sueños. Ya habían pasado cinco años, y solo ahora se disponía a disfrutar aquel regalo. Se encaminó hasta un extremo del salón, y se sentó en el brillante piso. Quería romper el papel, y sacar su sueño hecho realidad.

Pero un impertinente ratón, de prominentes y afilados dientes, de ojos saltones y larga cola, que apareció por entre los pedazos de cartón que cubrían el cuerpo de Jaimito, que lo despertó bruscamente, impidió que él hubiera destapado su regalo, echado a volar sus sueños y gozado de una feliz Navidad. Como ese sueño que tenía en aquel inmenso salón. Porque aquella mañana fría, con calles solitarias y aire contaminado por la pólvora que los adultos habían quemado en la noche de Navidad, Jaimito tuvo el mismo calvario de todos los días del año: ni un trozo de jabón y agua para asear su cuerpo; ni un pan duro para comer, ni un poco de agua para mitigar la sed, ni un vestido nuevo...

Más adelante, alguien lo correría a empellones de una caneca de desechos, donde el pequeño habitante de la calle buscaba cualquier basura para comer.

Autor:
JAIRO CALA OTERO

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