Por Mario Roger Hernández*
Publicada el 10 de diciembre de 2008 - El Faro
En el marco de la VI Convención de Salvadoreños en el Mundo, celebrada hace pocos días en El Salvador, salvadoreños de diferentes partes del mundo reivindicaron su protagonismo en el desarrollo social y económico del país y apelaron al aporte en términos de capital humano que dicha comunidad puede dar al país. En palabras de uno de los asistentes, residente en Canadá desde hace varios años: somos más que remesas.
La migración internacional salvadoreña, después de treinta años de persistencia, aún se sigue entendiendo y percibiendo por diferentes actores de la vida nacional en su versión de capital financiero, léase remesas, especialmente por los elevados montos anuales de remesas familiares de los últimos años y que, en 2007, fue de 3 mil 600 millones de dólares, friolera cantidad de dinero que representó para ese mismo año el 18% del Producto Interno Bruto, el 126% del total de exportaciones o el 242% del total de la Inversión Extranjera Directa.
Bajo esta óptica, de la diáspora sólo interesan las remesas familiares que éstas aportan anualmente. Las remesas contribuyen a la estabilización de los desequilibrios financieros macroeconómicos externos y, en los hogares receptores, reduce la presión de falta de ingreso con un salario de reserva, o mejor, con una especie de seguro de subsistencia mínima.
Evidentemente, desde una visión más estratégica la pregunta clave es si El Salvador puede beneficiarse del hecho de que más del 20% de la población viva fuera del país. La realidad internacional muestra que no sólo es posible sino que deseable. Los beneficios radican en explotar, promover y desarrollar las consecuencias positivas de la migración internacional y reducir sus consecuencias negativas. El capital humano de la diáspora es uno de las grandes consecuencias positivas de la migración internacional, pero con escasa integración en el desarrollo del país.
Cuando se habla de capital, el concepto más asequible del término, hace referencia al caudal o patrimonio, ya sea en monetario o en especie, que permite obtener del mismo una renta, intereses o beneficios. Desde una lógica más económica, se refiere a un factor de producción, el cual combinado con otro factor de producción, particularmente con el trabajo, permite la producción de bienes y servicios. El capital humano es un término que, si bien ha cobrado importancia recientemente, fue planteado por economistas como Alfred Marshall en los años treinta en sus ya famosos Principios Económicos, o más recientemente por Gary Becker en sus estudios sobre Capital Humano y Crecimiento Económico.
De manera resumida se podría decir que el Capital Humano hace referencia al acervo de habilidades y destrezas que las personas de una sociedad van adquiriendo a lo largo de su vida, ya sea por estudios formales o por conocimientos informales, es decir, habilidades y destrezas que son adquiridas en por los miembros de una sociedad a lo largo de sus vidas. El capital humano de la diáspora El Salvador hace referencia al acervo de conocimientos, experiencias, habilidades y destrezas que a lo largo de más de treinta años han adquirido en las principales sociedades industrializadas del mundo.
Numerosos trabajos empíricos han demostrado que el capital humano tiene un efecto trascendental en el desarrollo económico y social de los países, y particularmente en su bienestar. Desde esta perspectiva por tanto, el capital humano de la diáspora El Salvador hace referencia al acervo de conocimientos, experiencias, habilidades y destrezas que a lo largo de más de treinta años han adquirido en las principales sociedades industrializadas del mundo.
Países como Israel, Taiwán, la India o Singapur, muestran claramente cómo una estrategia deliberada de atracción, transferencia e intercambio de capital humano de la diáspora han sido estrategias altamente beneficiosas para sus respectivos países y una factor de contribución importante para el progreso. En Taiwán por ejemplo, existe un centro de entrenamiento y aprendizaje para jóvenes talentos taiwaneses nacidos en el exterior que les prepara, especialmente en el aprendizaje del chino mandarín, para poder incorporase en las universidades locales y finalmente incorporarse a la vida productiva del país.
No basta, sin embargo, la mera existencia de acervo de Capital Humano en la diáspora. Es preciso crear e impulsar los mecanismos que permitan y promuevan estos intercambios y ello supone una estrategia clara y definida, o dicho en términos que ya parecen trillados en El Salvador, hace falta una visión de país que vaya más allá de la simple condición de las remesas. Hoy por hoy, parece una asignatura pendiente. Más no imposible.
*El autor fue director de atención a las comunidades salvadoreñas en el exterior y cónsul de El Salvador en Dallas. Actualmente trabaja
Publicada el 10 de diciembre de 2008 - El Faro
En el marco de la VI Convención de Salvadoreños en el Mundo, celebrada hace pocos días en El Salvador, salvadoreños de diferentes partes del mundo reivindicaron su protagonismo en el desarrollo social y económico del país y apelaron al aporte en términos de capital humano que dicha comunidad puede dar al país. En palabras de uno de los asistentes, residente en Canadá desde hace varios años: somos más que remesas.
La migración internacional salvadoreña, después de treinta años de persistencia, aún se sigue entendiendo y percibiendo por diferentes actores de la vida nacional en su versión de capital financiero, léase remesas, especialmente por los elevados montos anuales de remesas familiares de los últimos años y que, en 2007, fue de 3 mil 600 millones de dólares, friolera cantidad de dinero que representó para ese mismo año el 18% del Producto Interno Bruto, el 126% del total de exportaciones o el 242% del total de la Inversión Extranjera Directa.
Bajo esta óptica, de la diáspora sólo interesan las remesas familiares que éstas aportan anualmente. Las remesas contribuyen a la estabilización de los desequilibrios financieros macroeconómicos externos y, en los hogares receptores, reduce la presión de falta de ingreso con un salario de reserva, o mejor, con una especie de seguro de subsistencia mínima.
Evidentemente, desde una visión más estratégica la pregunta clave es si El Salvador puede beneficiarse del hecho de que más del 20% de la población viva fuera del país. La realidad internacional muestra que no sólo es posible sino que deseable. Los beneficios radican en explotar, promover y desarrollar las consecuencias positivas de la migración internacional y reducir sus consecuencias negativas. El capital humano de la diáspora es uno de las grandes consecuencias positivas de la migración internacional, pero con escasa integración en el desarrollo del país.
Cuando se habla de capital, el concepto más asequible del término, hace referencia al caudal o patrimonio, ya sea en monetario o en especie, que permite obtener del mismo una renta, intereses o beneficios. Desde una lógica más económica, se refiere a un factor de producción, el cual combinado con otro factor de producción, particularmente con el trabajo, permite la producción de bienes y servicios. El capital humano es un término que, si bien ha cobrado importancia recientemente, fue planteado por economistas como Alfred Marshall en los años treinta en sus ya famosos Principios Económicos, o más recientemente por Gary Becker en sus estudios sobre Capital Humano y Crecimiento Económico.
De manera resumida se podría decir que el Capital Humano hace referencia al acervo de habilidades y destrezas que las personas de una sociedad van adquiriendo a lo largo de su vida, ya sea por estudios formales o por conocimientos informales, es decir, habilidades y destrezas que son adquiridas en por los miembros de una sociedad a lo largo de sus vidas. El capital humano de la diáspora El Salvador hace referencia al acervo de conocimientos, experiencias, habilidades y destrezas que a lo largo de más de treinta años han adquirido en las principales sociedades industrializadas del mundo.
Numerosos trabajos empíricos han demostrado que el capital humano tiene un efecto trascendental en el desarrollo económico y social de los países, y particularmente en su bienestar. Desde esta perspectiva por tanto, el capital humano de la diáspora El Salvador hace referencia al acervo de conocimientos, experiencias, habilidades y destrezas que a lo largo de más de treinta años han adquirido en las principales sociedades industrializadas del mundo.
Países como Israel, Taiwán, la India o Singapur, muestran claramente cómo una estrategia deliberada de atracción, transferencia e intercambio de capital humano de la diáspora han sido estrategias altamente beneficiosas para sus respectivos países y una factor de contribución importante para el progreso. En Taiwán por ejemplo, existe un centro de entrenamiento y aprendizaje para jóvenes talentos taiwaneses nacidos en el exterior que les prepara, especialmente en el aprendizaje del chino mandarín, para poder incorporase en las universidades locales y finalmente incorporarse a la vida productiva del país.
No basta, sin embargo, la mera existencia de acervo de Capital Humano en la diáspora. Es preciso crear e impulsar los mecanismos que permitan y promuevan estos intercambios y ello supone una estrategia clara y definida, o dicho en términos que ya parecen trillados en El Salvador, hace falta una visión de país que vaya más allá de la simple condición de las remesas. Hoy por hoy, parece una asignatura pendiente. Más no imposible.
*El autor fue director de atención a las comunidades salvadoreñas en el exterior y cónsul de El Salvador en Dallas. Actualmente trabaja
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