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Publicada el 26 de enero de 2009 - El Faro
El presente, cuando examina al pasado, se suele convertir en una forma de prejuicio. Es frecuente que miremos con un mal disimulado aire de superioridad a ciertas figuras de nuestra historia. A Masferrer, por ejemplo.
Roque Dalton le ahorró a la izquierda una lectura profunda de Alberto Masferrer. Así somos de superficiales. Basta un poema para refutar una trayectoria y un pensamiento.
Se puede comprender al poeta. En las aguas revueltas de su tiempo, era imprescindible promover un tipo determinado de intelectual comprometido y una forma determinada de concebir la lucha política. Alberto Masferrer era una de las alternativas que, según Dalton, se debían desechar.
El poeta sabe muy bien lo que hace: Alberto Masferrer representa en la historia salvadoreña del siglo XX la figura del intelectual reformista comprometido. Lamentablemente, 1932 lo convirtió en la figura del intelectual reformista derrotado. Para el poeta, desechar a Masferrer suponía una valoración estratégica: la vía de los cambios graduales y consensuados ya no era factible en nuestro país.
Los giros impredecibles de la historia le han devuelto al reformismo el prestigio que perdió en 1932 y a lo largo de la noche larga de las dictaduras. Lamentablemente, seguimos sin leer de modo profundo a Masferrer.
No es que fuese un genio, pero supo identificar una de las grietas que dificultan la modernización del Estado y de la sociedad salvadoreños. Su diagnóstico es bastante simple y hasta puede parecer algo candoroso, pero aísla una de las dimensiones del problema. Alberto Masferrer establece un vínculo entre cultura y política.
No se trata de fundar escuelitas y repartir libros para que todos seamos buenos y vivamos en concordia. Saber leer es en el fondo saber pensar. La meta de Masferrer, al plantearse la educación de los marginados, es convertirlos en ciudadanos activos y racionales.
El ciudadano conciente debía de hacer suyas las reformas que el país necesitaba. El problema con la buena intención de nuestros reformadores es que las mejores leyes se quedan en letra muerta porque el pueblo no las comprende ni las asume como un valor propio. Una ciudadanía conciente sabría elegir entre las distintas alternativas políticas y tendría armas intelectuales para defender las reformas y no ser manipulada.
Alfabetizar en el pensamiento de Masferrer equivale a formar ciudadanos reflexivos y activos. Esa campaña de alfabetización era una medida estratégica en la que debía involucrarse la sociedad civil. Aquí aparece otro rasgo de su pensamiento: la política del cambio es inconcebible sin una ética ciudadana, sin una conciencia de nación. Fracturados socialmente, necesitamos valores que unan: solidaridad.
Sin reforma social no hay reforma política y para que ambas sean posibles hay que construir unos vínculos sólidos, es decir, hay que transformarnos en pueblo, en Patria. La noción de Patria que tiene Masferrer todavía permanece como un proyecto sin verdaderos seguidores.
La violencia de Farabundo Martí nos ha hecho olvidar el reformismo radical de Alberto Masferrer. El viejo profesor rehuye la violencia, pero comprende la necesidad de un cambio profundo. A diferencia de una izquierda ortodoxa, Masferrer trata de ganarse a un sector de las clases dominantes. Un proyecto de cambio para que llegue lejos debe de contar con aliados en todas las clases sociales, esa red de apoyos solidarios con un proyecto común ya es el germen de la nueva Patria.
Cuando se concibe la Patria como un punto de convergencia y encuentro, se busca lanzar un discurso cuyas exigencias mínimas puedan ser asumidas por todas las clases sociales. Ese pacto de mínimos solo será comprensible si se difunde la solidaridad política entre todos los ciudadanos.
Una reforma profunda, si cuenta con aliados poderosos, puede llegar más lejos que una revolución radical y carente de suficientes apoyos. Una reforma profunda tendrá menos obstáculos si trata de ganarse a sus posibles adversarios. De ahí la importancia de un mensaje pluriclasista, de un mensaje que sin violencia verbal le haga conciencia a toda la sociedad de lo necesario y urgente que es el cambio.
La violencia radical de Farabundo Martí y los avatares de la historia nos hicieron olvidar que puede existir un espacio para Alberto Masferrer en la izquierda.
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