El Salvador se construyó sobre bases católicas, entiéndase sus creencias, carácter, formas de gobierno, dominio o ausencia de este sobre la naturaleza humana del salvadoreño. Esto se gesto por trescientos años de proceso colonial, y luego se alargo durante los años que comenzó el estado guiado por una mayoría de sacerdotes-próceres para después, someter a la república salvadoreña a luchas intestinas entre liberales y conservadores.
Estas maneras nos llevaron por el etnocidio de 200,000 indígenas; un proceso independentista donde se interpreto que los intereses de los criollos eran los de la población. Así nació un Estado que entendió su normal concepción en: un cerrado egoísmo económico, feudalismo social, una administración pública burócrata y expedientista, así como la carencia absoluta de sensibilidad humana al trabajo nativo.
Asegurada la intolerancia a los cultos no católicos y, el respeto a las propiedades y privilegios del clero, así como la inmovilidad de las estructuras monárquicas de gobierno, vendría después el alzamiento de Anastasio Aquino por tierra y libertad; luego el fusilamiento de Gerardo Barrios; para finalmente terminar con el levantamiento indígena en 1932.
De toda esta triste, dolorosa, horrorosa y bananera historia nacional ha sido cómplice la iglesia católica salvadoreña.
Ningún arzobispo de San Salvador ha hablado alguna vez sobre esto y menos les hemos escuchado pedir perdón por esas acciones u omisiones históricas que, como piedra angular en la conformación que del estado nacional se erigieron estarían obligados igualmente ha hacer en la misma medida en que hoy nos recuerdan que no existe limite histórico para las victimas de El Salvador contemporáneo.
Por eso, quienes a través de la excepcional figura de Oscar Romero desean mostrarnos una iglesia católica mártir de un grupo de explotadores oligarcas, que contratan asesinos y, que por esa condenable acción debe toda la derecha sentirse culpable y renegar de la ideología, obvian la historia patria, e ignoran que es esta la formadora de la realidad nacional especifica que le toco vivir a Romero; que algunos con esa figura pretenden detener el avance de las iglesias evangélicas.
El condenable, irracional asesinato de Oscar Romero no es más que el final de un maridazgo dañino para las sociedades modernas: la unión de Estado e iglesia. No existe al releer la historia nacional ninguna diferencia entre los asesinatos de Barrios y Romero. Fue la misma bajeza, ignorancia, intereses absurdos de personajes oscuros que decidieron la muerte de ambos.
Con Barrios, la iglesia fue el verdugo, con Romero la victima. En ambos momentos, los objetivos buscados por los asesinos se contuvieron, más no se evitaron. El café fue introducido y llego a ser la riqueza nacional, la iglesia perdió privilegios y, finalmente en el 2009 “los rojos” llegaron al poder. Con excepción de Romero la iglesia –dentro de nuestra historia- ha sido opuesta a todo progreso político, social o económico. Entonces, el asesinato de Romero es un acontecimiento histórico resultado de lo que uno quería y, que tropezó con la resistencia que opusieron otros; y que lo que resulto de todo aquello es algo que nadie treinta años después ha querido. La lógica del país de la locura.
¿Pedir perdón?
Es muy difícil hacer esto en una sociedad en donde las principales estructuras de poder son: infalibles, omnisapientes y omnipotentes. Nadie nos ha enseñado aquí a pedirlo. Por eso es difícil hacerlo. Se entiende que: la lucha de Romero era de poder, y esa lucha cuesta la vida, muchas veces. ¡Pero ambos se equivocan! Uno, son el asesino y el asesinado. El asesino cree no participar en el sufrimiento y las victimas creen no participar en la culpa.
¿Por qué asesinamos personas en El Salvador? El pueblo salvadoreño está tan poco desarrollado moral y materialmente, que es natural que se oponga a toda innovación. Si existen algunos pueblos que han alcanzado la racionalidad es por que las estructuras de poder -incluida la iglesia- han educado al pueblo. Pero la estrategia heredada aquí a sido la de mentir con la verdad. Se olvidaron que la redención del hombre no solo deber ser moral, sino que además intelectual, y si puedo ir más allá debe ser: estética ¿no enseñaba Jesús en parábolas, es decir en poemas?
Pero han sido las ahora victimas muchas veces las que han potenciado un país de plebe. Olvidándose que un tonto por muy santo que sea no entrara en el paraíso. ¿Debería entonces sorprendernos el asesinato de Romero? ¿Debemos esperar que se pida perdón? Dejaría de ser El Salvador una nación de machos y arrieros intrépidos que se acuchillan por el barca y el real Madrid, si hiciéramos tal cosa. Hay cosas de la cuales somos la causa, pero no somos culpables.
Uno de los grandes fracasos de la derecha, es que no nos reconcilio con el pasado, por eso no somos un país nuevo. Cambio El Salvador, sí. Pero no cambiaron las ideologías, las formas de cerrarnos a la crítica, y nos condenamos a permitir que el patrioterismo, por último la desesperación de perder algo nos hiciera olvidar o ignorar la insolencia de la violencia.
El guía espiritual de la nación
La ironía es moderna y en esta sociedad mandan las apariencias. No solo basta que por herencia histórica tengamos vacaciones cuando nace Jesús, cuando es su cumpleaños, cuando muere. Que ya poseamos un patrono y una patrona nacional. Sino que ahora deberemos sumarle un guía espiritual también católico a la nación, obviando que el cuarenta por cien de la población no lo es. Se olvidan los buscadores de referentes populares del gobierno que, si hay un objetivo para la existencia del hombre lo tenemos que buscar nosotros mismos, no existe un agente externo que lo determine. Si estimado presidente tenemos que vivir con esa conciencia.
La mente humana evolucionó ante la necesidad de resolver problemas sociales, - por los que Romero ofrendó su vida- un gobierno progresista, una sociedad progresista, una iglesia progresista no debería en honor de sus notables hombres continuar con la idea del electrodoméstico humano, sino con la de evolucionar para resolver problemas tecnológicos que son los retos del futuro. Masas cultas, preparadas son necesarias para otra forma de toma de decisiones o, políticas, tácticas. De muy poco sirve transustanciar a un hombre a semidiós.
No soy anti Romero, pero hay que protestar en la misma medida en que la iglesia irrespeta el derecho natural. No queremos que la iglesia imponga sus valores y creencias. Queremos que las proponga, como una opción más de la salvación del alma. Tenemos que reconocerle al ciudadano la competencia para que decida por si mismo acerca de la verdad de una religión o ideología, aún a riesgo de equivocarse.
Por eso la idea de decidir imponernos un guía espiritual es utilizar la superioridad del actual momento para adaptar el mundo así mismo, a sus intereses, a su forma de pensar. No tratar de ser más a la inversa, esta por hoy fuera de contexto.
Aquí no hay grandes hombres, por que no hay grandes eventos. Cuando los hay, los distorsionamos, por que de esa manera evitamos lo que ellos perseguían lograr.
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