lunes, 17 de mayo de 2010

Ma ville est supérieurement idiote entre toutes les villes de province POR MARVIN AGUILAR

Ma ville est supérieurement idiote entre toutes les villes de province

Marvin Aguilar

Una de las primeras cosas que deseaba realizar una vez me encontrará en Francia era viajar a Charleville Mézières. Dos horas desde París saliendo de la gare du Nord. Estaba maravillado por el poeta que noto que: su villa era superiormente idiota de entre todas las villas de provincia.

Nunca como antes había comprendido lo que significaba ser salvadoreño, y deseaba agradecérselo a Arthur Rimbaud. Si, por momentos nuestro país, se torna un cuadro expresionista del que deseas salir a pie para no seguir gritando las veinte y cuatro horas del día de toda tu vida. ¿Qué comprendí? Que había que regresar y decir lo que piensas y sientes. Aunque moleste, aunque parezcamos una locomotora ruidosa, por veces petulante que va por unos rieles viejos, enmohecidos avanzando, chirreando. El Salvador es bello, porque es horrible.

Escribir abstracto y fracturado

¿De qué otro modo se puede decir la realidad nacional? ¿Qué de bueno se puede decir de un pueblo pobre material y espiritualmente? ¿Qué podemos descubrir de esperanzador en nuestros políticos? Dios se ha olvidado de nosotros, no escucha las oraciones. ¿Será porqué se las hacen a becerros de oro? Terminaremos como una chusma aldeana guiada por una chusma de curas y pastores.

Mauricio Funes sostiene que no es ni derecha, centro o izquierda. Es el presidente de los salvadoreños. Esto nos remite obligadamente entonces a preguntarnos: ¿cuál es la ideología de los salvadoreños hoy? El dinero. ¿Debe sorprendernos entonces las alianzas entre GANA, PCN y el gobierno?

Estamos en las manos de personas que están conscientes de que la manipulación inteligente y consciente de los hábitos y opiniones organizadas de las masas es un elemento importante en una sociedad democrática. Televisión, publicidad y opinión pública son el gobierno oculto que realmente manda en un país.

Estamos a las puertas de una guerra en los medios por el control de nuestra nación. De esta guerra solo pueden salir ambos bandos derrotados. El cansancio de una población asqueada y tremendamente decepcionada solo la empujará a una única salida: el socialismo del siglo XXI. Solo tiene el FMLN que estarse quieto, continuar así, y podrá finalmente ganar el poder real.

Es difícil decir que pretende Funes: si lograr la llegada del socialismo del siglo XXI, cosa que con su actuación gubernamental logrará; o si su objetivo es impedirlo, entonces por azar la gallina quemara la casa.

El gobierno invisible de El Salvador

Mi referente político es Gerardo Barrios, entiendo que fue el impulsador de la logia masónica en nuestro país. De igual comprendo que dentro de los masones se han llegado a superar muchas maneras mundanas que dividen a los humanos. Son una hermandad.

Pero, ¿esta hermandad debe proteger corruptos, malos dirigentes, negociadores del poder, escaladores sociales, deshonestos, inmorales? O ¿solo es una parte de esta hermandad, que por hoy rige la logia entera, que terminará instalando la idea de que solo habrá un culpable al final de todas las desgracias nacionales? ¿No leen en esa hermandad la historia de cómo se persiguió después a toda la masonería por los errores de algunos de sus miembros?

Si leemos la historia universal de la masonería, encontramos que muchas veces sus liderazgos han llevado demasiado lejos sus ideas de que una sociedad regida por sus comprobados principios, podría ser mejor. El Salvador no está estructurado en aprendices, hermanos y maestros. Y muchas veces los métodos pitagóricos no podrán resolver problemas de las ciencias humanísticas.

El anhelo de una fe fuerte no es prueba de una fe fuerte, es, más bien, lo contrario.

Les asiste el derecho a probar sus ideas.

Pero no olvidemos que el salvadoreño es el punto medio entre el simio y el hombre. Y es posible que deseando cambiar ese salvadoreño se inicie la guerra por las ideas que el nuevo centro pretende llevar cabo. Y nadie más que este articulista desearía que el salvadoreño cambiara. Pero ¿Qué salvadoreño es el más valioso? ¿El real o el meramente deseado, soñado? El segundo queridos amigos, es una solemne mentira.

Proponerle al país crear un nuevo salvadoreño, es moral y necesario. Incluso tendrá que ser violento. Pero nada es tan frecuente como la deshonestidad en GANA y los Amigos por el cambio. Plebeyos que desean tener sentimientos generosos.

¿Habría triunfado el FMLN si el actual presidente hubiese dicho todo lo que está realmente haciendo? ¿Si nos hubieran dicho que la derecha moderna es: GANA, Amigos por el cambio, PCN y que serian liderados por Saca y Funes, habrían votado por ese cambio? Por honor todos los cuadros del Frente deberían de renunciar de este gobierno.

La derecha moderna, no es un volver, como realmente pretenden ser estos partidos, la derecha moderna deberá ser un ascender. Por eso el socialismo del siglo XXI, como espectáculo seducirá al pueblo, ella les prometerá algo que jamás podrá ser cierto: igualar a los desiguales. Y el salvadoreño que no sabe guardar la calma en la grandeza, que no ha sido criado para ser hipócrita, sino un vil mentiroso, nosotros los salvadoreños, tan maravillosamente descritos en el poema de amor de Roque Dalton, ignorantes del consensus sapientium terminaremos haciendo una cosa horrorosa y vergonzosa.

La derecha moderna.

Estos tres partidos tienen el poder de El Salvador ahora: GANA, Amigos por el cambio y PCN, y lo único que hacen es repartirse paquetes agrícolas que les permiten manipular a los campesinos. Una nueva derecha deberá de apoyar la creación de una sociedad civil fuerte, imposible de manipularla. Descentralizar el poder, traspasarlo a las comunidades: desde nombrar a su director de escuela hasta sus jueces. Desarrollar las PYMES y crearlas en el campo. Apoyar los diversos intereses sociales convertidos en organismos no gubernamentales o asociaciones. Ser liberal en lo económico, pero también en lo social y político. Esa es la nueva derecha.

Cuando la historia llegue al final, se comprobara lo siguiente: que todos nuestros grandes políticos, no solo habrían sido decadentes, sino que ni siquiera habrían sido políticos.

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