jueves, 27 de mayo de 2010

SIETE PECADOS GUBERNAMENTALES-ANONIMO

7 pecados gubernamentales


Los entornos gubernamentales –lamentablemente– trastornan la personalidad de los ciudadanos o políticos; y es que el poder político, como consecuencia lógica de las funciones públicas para la toma de decisiones...

Los entornos gubernamentales –lamentablemente– trastornan la personalidad de los ciudadanos o políticos; y es que el poder político, como consecuencia lógica de las funciones públicas para la toma de decisiones, es “una compleja situación estratégica en una determinada sociedad” (Foucault, Maquiavelo), y como tal, esta complejidad, sea coercitiva, persuasiva, autoritaria, participativa, etc., no deja de ser una forma de dominación –voluntad de poder (Nietzsche)– de unos sobre otros, y esto hace que muchos olviden de manera repentina que el poder es para servir y no para servirse. ¿Qué vemos en nuestro paisaje político latinoamericano y local? Algo así como 7 pecados...

1.- Los nuevos stakeholders: Resulta que cuando accedes al poder, aparecen muchos amigos –y algunos enemigos–, son los nuevos stakeholders –personas que tienen interés vertido en tu “cargo”–; lo más peligroso de estos sujetos es que comienzan a decirte lo que quieres oír, te adulan, te idolatran, te siguen, validan tus hipótesis.

2.- El autismo: La diferencia entre el ciudadano político en campaña versus el ciudadano gubernamental en el poder es abismal; aquel sujeto querendón, accesible, simpático, que visitaba los rincones excluidos y pobres, se transforma en un semidiós, desconectado de la realidad de los viles mortales; con una nueva agenda, con tantas trabas como secretarias y asesores que filtran los nuevos intereses.

3.- La miopía: Quienes ejercen cargos gubernamentales comienzan a padecer de una miopía con carácter epistemológico entrópico; cada día les conviene ver menos, ya que generalmente se dan cuenta del desequilibrio entre la demanda y la oferta, de necesidades y recursos; además, corriendo el riesgo de quedar mal ante las limitaciones de recursos, los políticos perciben que tienen que atender sus propias demandas egocéntricas y la de sus amigos, familiares y correligionarios.

4.- El optimismo: Nunca he visto una Memoria de Labores gubernamental, presidencial o ministerial con un mínimo indicio ético de auto-crítica, que refleje objetivamente la propia condición humana; todos estos documentos de pacotilla son una sumatoria de verdades a medias con datos alterados; incluso en entrevistas mediáticas los gobernantes son infalibles, nunca se equivocan, nunca asumen la culpabilidad de nada.

5.- Los nuevos placeres: El nuevo trabajo gubernamental –generalmente– viene con un combo de placeres: buenos vehículos, motorista, guardaespaldas, gasolina, uso de beneficios colaterales de partida secreta, y todo el aparato administrativo de la oficina al servicio de su persona, amigos y familiares; ¡qué envidia!

6.- El nuevo patrimonio: Misteriosamente, producto de lo anterior, cuando terminas una gestión de gobierno tienes un cambio patrimonial mágico; en el peor de los casos, algunos aprovechan su vasta experiencia política y contactos para continuar “trabajando” con algunos de los ineficientes pero bien pagados cargos de organismos internacionales, pero esto es la excepción, la norma indica que te cambia la vida, por esta razón todo el que prueba la vida política ya no puede desprenderse de ella: ¡no trabajas y vives bien!

7.- La vida en el Jet Set: Muy a pesar de que los políticos viven de los fondos públicos y deberían trabajar para mejorar los asuntos públicos, constantemente reclaman el derecho a la privacidad; su cargo excepcional y nuevo status quo no admite limitaciones para hospedarse en hoteles que no sean 5 estrellas, restaurantes de lujo y otras banalidades; es una vida diplomática a otro nivel que requiere nuevos deportes, hobbies e intereses.

Estas siete descripciones no son supuestos, son hechos reales; tampoco son primicias de los nuevos gobiernos, y mucho menos tienen que ver con asuntos ideológicos de izquierdas o derechas; son circunstancias de los gobiernos tercermundistas, que actúan como si fueran miembros de la OCDE, y con sus derroches y publicidad siguen consolidando la pobreza y la exclusión.

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