martes, 11 de enero de 2011

UNA HISTORIA QUE NO HAY QUE OLVIDAR PARA QUE NO VUELVA ACONTECER



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El conflicto armado
Hacia 1979, la violencia entre el gobierno derechista y la oposición izquierdista degeneró en una guerra civil. La izquierda se organizó en la agrupación que buscaba recoger el testimonio de Farabundo Martí, el denominado Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), liderado por Schafik Handal, Salvador Cayetano Carpio y Joaquín Villalobos, con apoyo de los sectores campesinos organizados en las zonas rurales y entre los sectores obreros urbanos. El 24 de marzo de 1980 el Arzobispo de San Salvador, Monseñor Oscar Arnulfo Romero, fue asesinado durante la celebración de una misa, en la capilla del hospital Divina Providencia, por un miembro de los escuadrones de la muerte. Él pedía la paz en su país y entablaba conversaciones con la guerrilla. A medida que el conflicto avanzaba, la guerrilla obtuvo apoyo indirecto y directo también de Cuba, y el pleno respaldo del régimen sandinista de Nicaragua, una vez en el poder, tras el derrocamiento de la dictadura somocista de Anastasio Somoza Debayle el 19 de julio de 1979 por la guerrilla marxista del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). El Ejército Popular Sandinista (EPS) de ese país apoyó al FMLN enviándole armas de origen soviético, tales como los fusiles de asalto AK-47 y ametralladoras ligeras RPK, ambos de calibre 7,62 x 39 mm; las ametralladoras PKM de 7,62 x 54 R y las bazucas antitanque RPG-7 a través del Golfo de Fonseca. Se atribuyó la insurrección, la Ofensiva general de 1981 a inicios del mes de enero del mismo año, a una conspiración soviético-cubano-nicaragüense y el 23 de febrero se dio a conocer un documento elaborado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) demostrando el envío de armas a los guerrilleros salvadoreños desde Nicaragua. Muchos sandinistas dejaron sus hogares y se fueron a El Salvador a combatir del lado del FMLN.

El gobierno, por su parte, movilizó al ejército y a la policía a fin de combatir a la insurgencia. Con apoyo del gobierno norteamericano, se estableció los Batallones de Infantería de Reacción Inmediata (BIRI), entre estas unidades de élite, el denominado Batallón Atlacatl, habría de ganarse fama de violento y cruel por sus acciones en contra de la población civil. El gobierno de Estados Unidos envió al ejército salvadoreño, la Fuerza Armada de El Salvador (FAES), fusiles de asalto M16 de 5,56 x 45 mm, que fue el más usado por la FAES; algunas unidades de esta usaron los fusiles de asalto Heckler & Koch G3 alemán, de 7,62 x 51 mm, IMI Galil israelí de la misma munición del M16 y el subfusil Uzi israelí de 9 mm. La FAES tenía varios helicópteros Huey y Md 500 de defensa estadounidenses artillados, como los usados en la Guerra de Vietnam, con los cuales patrullaban desde el aire las calles de la capital para descubrir a los subversivos, término despectivo con el cual se le decía a los guerrilleros. Se implantó el toque de queda a las 7 de la noche.

En tanto, grupos de militares y policías al margen de la ley, con apoyo de empresarios y terratenientes, crearon los llamados escuadrones de la muerte, que se dedicaban a aterrorizar las zonas rurales y paupérrimas, de donde el FMLN obtenía su mayor apoyo.

En dos oportunidades (1981 con la Ofensiva general de 1981, y en 1989, con la Ofensiva hasta el tope) el FMLN intentó conquistar la ciudad capital, San Salvador, y las cabeceras departamentales sin conseguirlo, pues la FAES rechazó el ataque de los guerrilleros que bajaron de las montañas que rodean a la capital; en la última de las cuales la lucha llegó hasta pocas cuadras de la Casa Presidencial. Cuando el Presidente de Estados Unidos Ronald Reagan tomó posesión del poder el 20 de enero de 1981 presentó esa ofensiva, iniciada tres semanas antes, como una prueba del avance del imperio del mal – la Unión Soviética – en el patio trasero de su país. Los gobiernos de México, Venezuela y Francia reconocieron al FMLN como una fuerza beligerante legítima y llamaron al gobierno salvadoreño. El 16 de noviembre de 1989, en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, un escuadrón de la muerte asesinó a un grupo de 6 sacerdotes jesuitas españoles afines a la Teología de la liberación, ellos eran: Ignacio Ellacuría, Amando López, Juan Ramón Moreno, Ignacio Martín Baró, Segundo Montes y Joaquín López y López. La masacre causó una ola de indignación en el mundo entero y se redoblaron los llamados de la comunidad internacional para que ambos bandos iniciaran un diálogo.

Consecuencias
Monumento a la Memoria y la Verdad : Dedicado a las víctimas de violaciones a los derechos humanos durante el período de los 1970´s a los 1990's en El Salvador.Se estima que la guerra dejó un saldo de 75.000 muertos, en su mayoría civiles. Si se tiene en cuenta que en la década de 1980 la población de El Salvador rondaba los 4,5 millones de habitantes, ello equivale a decir que casi el 2% de la población perdió la vida en el conflicto. Decenas de miles de personas resultaron heridas físicamente (como consecuencia de armas de fuego, explosiones, minas antipersonales, etc.) y miles de ellos quedaron con mutilaciones que los incapacitaron de por vida. Miles, también, resultaron con graves secuelas psicológicas (si se tiene en cuenta las violaciones a las que fueron sometidas incontables mujeres y las torturas y vejaciones que padecieron otros tantos hombres). Numerosos niños quedaron huérfanos de padre, madre, o ambos.
Los daños materiales fueron cuantiosos. Puentes, carreteras, torres de transmisión eléctrica, etc. resultaron destruidos o severamente dañados; la fuga de capitales, y la retirada del país o el cierre de inumerables empresas hizo que la economía del país se estancara durante más de una década. La reconstrucción de la infraestructura se ha prolongado hasta la actualidad.

Desde el punto de vista social, el costo también ha sido muy alto. La desmovilización de los ex-combatientes y su reinserción a la vida civil han sido un dura labor que aún continúa. Como consecuencia de la guerra, quedaron en manos de la población civil miles de armas de fuego, lo cual propició el surgimiento de las pandillas de jóvenes y adultos denominadas maras, dedicadas a la delincuencia y al tráfico de drogas, y que han hecho de El Salvador uno de los países (con ausencia de guerra) más violentos del mundo. Por otro lado, cerca de 500.000 salvadoreños se vieron obligados a abandonar el país. La mayoría se radicó en el estado norteamericano de California, donde los emigrados y sus descendientes se han convertido en una importante fuerza económico-laboral, y las remesas de dinero que envían a sus familiares en El Salvador se han transformado en uno de los motores de la economía nacional.

Desde el punto de vista político, el país se democratizó. Desde el final de la guerra civil hasta ahora, todas las elecciones realizadas en El Salvador han sido cuidadosamente monitorizadas por la ONU y otros organismos internacionales, a fin de asegurar la transparencia de los comicios. Las nuevas instituciones creadas como producto de los acuerdos de paz (Procuraduría de los Derechos Humanos, Policía Nacional Civil de El Salvador, etc.) garantizan el buen funcionamiento del sistema político, y procuran preservar a todos los sectores de la sociedad. No obstante todo ello, la guerra ha dejado una gran polarización y resentimiento en la sociedad salvadoreña.






ESTE ES EL PASADO QUE LE COSTO A UNA NACION LLORAR 75,000 DE SUS HIJOS, EL 80% LOS APORTO EL PUEBLO.

LA TRISTE REALIDAD DE HOY EN DIA




 


1 comentario:

  1. si que lastima mientras muchos combatimos y muchos se murieron en la guerra por una llamada revolucion, que al final fue un engaño, ya que estos señores comandantes solo querian ser parte en la mesa para comerce el pastel que se come la buerguesia, sino veamos esa foto donde el nariz de perico sale en el machu pichu quien de nosotros de los combatientes que nosrebuscamos a diario para comer hoy en dia podemos ir a ese lugar que farsa estos malditos son unos traidores la traicion se paga con la muerte

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